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En plena Semana Santa, semana grande para los católicos, en la que conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, queremos ofrecer a nuestros lectores un número dedicado precisamente a hablar de lo que significan estas fechas y de la manera en la que se han reflejado a lo largo de los siglos en el arte los acontecimientos que ahora rememoramos, que son los que dan sentido a la vida y a la historia: la Redención del hombre por el único Dios hecho hombre, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que derramó su sangre hasta la muerte por nuestra salvación, y de su Resurrección de entre los muertos, victoria final sobre la muerte y el pecado que nos permitirá algún Día, si morimos libres de pecado mortal, disfrutar de la Bienaventuranza eterna en su presencia, que es para lo que fuimos creados y la verdadera aspiración y meta a la que el hombre debería tender, la única que puede llenar de sentido su vida.
Es crucial en la época actual, dominada por la cofusión y la mentira, el relativismo moral y la locura woke, producto todo ello de haber expulsado a Dios de nuestras sociedades y de nuestras vidas, proclamar con todas nuestras fuerzas esta gran verdad, en realidad la Verdad con mayúsculas. Porque sí, existe una verdad absoluta, y por tanto inmutable, que es la que enseña la Iglesia católica, la que siempre enseñó, desde los Apóstoles hasta nuestros días, y que no puede cambiar.
El Señor nos dio un mandato: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado» (Mc. 16, 15-16). En la época en que estamos viviendo esta es la misión más importante que tenemos por delante. No podemos pensar que esto no van con nosotros. No nos avergoncemos de gritar a los cuatro vientos, como tantos mártires de nuestra Santa Madre Iglesia: «¡Viva Cristo Rey!».