El martirio de las santas Perpetua y Felicidad

Las Acta del martirio de las santas Perpetua y Felicidad constituyen el relato más antiguo recogido por la tradición hagiográfica. Forma parte de las Acta martyrum, documentos narrativos que principalmente contienen el testimonio procesual, pero en ocasiones se relata el arresto, detención y ejecución ante un magistrado romano en la época de las persecuciones. Están enmarcados dentro del proceso y muerte de los mártires de los primeros siglos del cristianismo, que proceden de compilaciones posteriores a la persecución de Diocleciano, siendo fuente literaria de los escritos de tradición medieval. 

Narra el martirio de Vibia Perpetua, una noble, y su esclava Felicidad, que estaba encinta de los tres catecúmenos Sáturo, Saturnino y Revocato. Sufrieron el martirio en el anfiteatro de Cartago, capital de la provincia romana del África Proconsular, tuvo lugar el día 7 de marzo de 203 d.C., el día de las Nonas de marzo en el calendario romano. Cronológicamente, el martirio de Perpetua y Felicidad sucedió en el año 202 d.C., en medio de unas festividades dedicadas a Geta, el hijo menor del emperador Septimio Severo (193-211). Existía hostilidad por parte de Hilariano hacia la religión cristiana y fue él el que ejerció de procurador en los juicios contra los protagonistas, y, por tanto, jugó un papel en la forma en que condujo el juicio.

Por lo que se refiere a la datación, se respalda que el texto fue elaborado entre el año 206 y el 209 d.C. Ciertamente, la noticia del martirio de Perpetua ya aparece en los dos grandes escritores cristianos: Tertuliano, natural de Cartago, y contemporáneo de los cuatro mártires; y, por otro lado, san Agustín, natural de Tagaste, y obispo de Hipona (430 d.C.), que escribió algunos sermones sobre su martirio. Asimismo, Quodvultdeus, obispo de Cartago (a. 437) en su sermón titulado De tempore barbáricohace referencia a los mártires de Cartago ante el ataque vándalo con una descripción de las destrucciones de la ciudad, así como las primeras medidas adoptadas por los invasores arrianos contra la Iglesia católica, donde en alguno de ellos está todavía vivo el eco de la guerra. Esto constata que la ciudad conservó la memoria de los mártires, cuyos cuerpos reposaban en una de sus basílicas. Los grandes escritores de África celebran a menudo sus virtudes; se tomó la costumbre de leer públicamente su historia en la iglesia, y su culto, a partir del siglo IV, ya se había extendido por todo el Imperio. 

El martirio, lejos de resultar un castigo, era considerado una vía por la que los creyentes se unían a la divinidad y alcanzaban una perpetua felicidad. Lo que sí es indudable es que el martirio de Perpetua y sus compañeros está atestiguado por una inscripción en mármol descubierta en una basílica cristiana de las afueras de Cartago, en el barrio de Mçidfa, y que muy probablemente deba identificarse con la Basilica Maiorum, donde se veneraba a estos mártires. Victor de Vita, narra las persecuciones por parte de los vándalos arrianos, y además informa que están enterrados en la Basilica Maiorum. Así lo cita en su obra Historia persecutionis Africanae Provinciae, temporibus Geiserici et Hunirici regum Wandalorum (1.9), donde indica la Basilica Maiorumubi corpora sanctorum martyrum Perpetuae et Felicitatis sepulta sunt. De esta manera muestra el lugar concreto de su sepultura tras la ocupación de la ciudad en el año 439. Hilderico fue el que realmente permitió la recuperación y, en su caso concreto, la restauración de las iglesias que habían sido confiscadas. Esta inscripción conmemorativa debió de instalarse en el marco de la restauración de la basílica Maiorum. Así, fue tallada durante la última parte del periodo vándalo, casi con toda seguridad en el reinado de Hilderico (523-530). 

Esta Basílica de los Mártires fue descubierta por Alfred Louis Delattre, que encontró 34 fragmentos de mármol blanco con forma rectangular. Todos localizados en Mcidfa en la llanura que se extiende al norte de la antigua Cartago, tras pacientes excavaciones llevadas a cabo de 1906 a 1908. En medio de la nave principal se destacaba una capillita central de forma cuadrada, donde reposaban los cuerpos de los santos venerados en esta iglesia. A partir de la reconstrucción de los fragmentos de mármol se ha llegado al texto definitivo, con los nombres de santa Perpetua y sus compañeros: Hic] sunt marty[res] + Saturus, Satu[r]n[inus], + Rebocatus, S[e]c[undulus], + Felicit(as), Per[pe]t(ua), pas(si) n[on(as) Mart(ias)]. 5 [+] Maivlu[s – – – – c.16– – – – –]. Con esta inscripción se muestra que la cripta en la que se hallaron los fragmentos, se suponían las reliquias de Perpetua, sus compañeras y al menos otra mártir.

Por último, y como colofón a los aspectos introductorios, es significativo señalar que el martirio no aparece junto a otras actas en el denominado Decretum Gelasium, pero sí que sabemos que fue muy valorada, y que impresionó mucho a los padres de la Iglesia. En particular, si partimos de su contenido la relevancia es muy inmensa para la historia del pensamiento cristiano primitivo. Principalmente las visiones que tuvo Perpetua en su prisión, y que luego puso por escrito. Son de inestimable valor para conocer las ideas escatológicas de los primitivos cristianos. Asimismo, la visión de Dinócrates y la escalera y el dragón son ejemplos considerables. No podemos evitar el hecho de que al martirio se le llama en dos ocasiones un segundo bautismo (18, 3 y 21, 2), y así es considerado. De ahí, que sea considerado un documento conmovedor en lo que se refiere al tiempo de las persecuciones. 

Desde un punto de vista más literario y filológico la narración consta de tres voces la de la propia Perpetua, un redactor anónimo, y la del propio Saturo que incluyó su visión de martirio junto a la propia Perpetua. La versión latina nos ofrece la integración de dos relatos autobiográficos: el de Perpetua, y el de Sáturo, que están escritos de su propia mano, relativos a los hechos y visiones que preceden a su martirio. El texto está dividido en cuatro partes que van precedidas por una introducción de tipo teológico sobre el testimonio de fe de los mártires, un signo del poder del Espíritu Santo y de sus dones.

En conclusión, el éxito de esta narración fue tal que su tradición se consiguió arraigar con potencia en el norte de África y dio a luz a las actas minora.   En la actualidad, contamos con un corpus bibliográfico inmenso relacionado con la obra, y por supuesto, con su principal protagonista. Constituye una unidad donde subyace una teología del martirio, en cuyo contexto se incorporan los relatos de Perpetua y Saturno. Este martirio ilustra los conceptos religiosos de las diversas controversias doctrinales existentes en ese momento de inicios del conocido “cristianismo primitivo”.

Un comentario

  1. 7 DE MARZO: SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD, mártires (+ 202)

    Las órdenes de Septimio Severo contra los cristianos -contra los convertidos y contra los prosélitos-, se extendían a todo el Imperio. También a Cartago. Allí fueron detenidas dos jóvenes casadas, Perpetua y Felicidad, y otros tres jóvenes, Revocato, Saturnino y Secúndulo. El diácono Saturio, su catequista, se unió a ellos para seguir su misma suerte. El padre de Perpetua, que era pagano, intentaba convencer a su hija para que sacrificara a los ído-los. Si no, él y toda la familia quedarían deshonrados. «Hija mía, ten compasión de mis cabellos blancos, acuérdate de que has sido siempre mi preferida. Piensa en tu madre, en tus hermanos, en tu tía, en tu niño pequeño, tu tesoro, que no podrá vivir sin tus cuidados».
    Estas palabras taladraban las entrañas de Perpetua. Pero, con temple inconcebible para el que no tenga una gran fe, le tranquilizaba a su padre diciéndole que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios.
    Tomando un vaso en la mano, le pregunta: «¿Puedes darle a este vaso otro nombre que el que tiene? Pues yo tampoco puedo llamarme más que cristiana». Y como no cediese ni ella ni sus compañeros, fueron encerrados en un hediondo calabozo, sometidos a las humillaciones y caprichos de los carceleros, esperando el día en que habían de ser lanzados a las fieras.

    Felicidad estaba en el octavo mes de su embarazo. Esto preocupaba a los demás, por si no podria mantenerse fiel. Le llegaron entonces los dolores del parto, y como diese grandes alaridos, un carcelero le dijo: «Si ahora no puedes soportar los sufrimientos ¿qué será cuando seas echada a las bestias?»
    — «Ahora, respondió la mártir, soy yo quien sufro, pero en el momento del suplicio otro sufrirá por mí, porque yo sufriré por Él».
    Los jueces, verdugos y espectadores quedaban asombrados ante la actitud serena, segura e incluso irónica a veces de los mártires. Mirad nuestros ros-tros, les decían, para que nos conozcáis en el día del juicio. Tú nos juzgas a nosotros, pero Dios te juzgará a ti, le decían al juez.

    Saturio fue destrozado por un leopardo. Los otros por un oso. El martirio de Perpetua y Felicidad fue más lento. Soltaron contra ellas una vaca furiosa. Zarandeó primero a Perpetua que cayó a tierra. Ella, noble y digna, recogió los pliegues de la túnica y se arregló los cabellos, para morir con decoro, «más preocupada del pudor que del dolor». Vio a Felicidad en el suelo, y olvidándose de sí misma, se acercó, le dio la mano y la levantó.

    El pueblo estaba conmovido. Perpetua, olvidada de sus heridas, decía a los cristianos que contemplaban la escena: «Permaneced firmes en la fe. Amaos los unos a los otros. No os escandalicéis de nuestros sufrimientos».
    Pronto el pueblo, ebrio de sangre, se olvidó de la compasión hacia las már-tires, y quería ver terminar el sangriento espectáculo. Las mártires se dieron el beso de paz y aguardaban el golpe final serenamente. Era primerizo el gla-diador, y temblaba más que las mártires, de inexperiencia o de emoción. Falló el primer golpe. Perpetua se recogió el cabello con noble dignidad, y le dirigió la mano al verdugo para que no fallara otra vez. Pronto iban a recibir la corona. Según San Agustín, que tanto gustaba de los ingeniosos juegos de palabras, iban a realizar su nombre: la perpetua felicidad, pues se llamaban aquello a lo que todos somos llamados.
    Las actas de este martirio tienen el encanto de una autobiografía. La novela más ingeniosa no se la podría comparar. Es uno de los documentos más luminosos y emocionantes de la antigüedad cristiana.
    Otros Santos de hoy: Saturnino, Teófilo, Pablo, Gaudioso, Teresa Margarita de Redi.

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