A lo largo de las siguientes líneas haremos una aproximación al concepto teológico de la Encarnación en María y sus diferentes manifestaciones artístico-culturales en la ciudad de Málaga. Haremos un repaso histórico desde la conquista de la ciudad en 1487 hasta los ejemplos más recientes que podemos encontrar en la capital malacitana.
Para ello partiremos de documentos teológicos y magisteriales sobre la doctrina de la Encarnación, centrándonos sobre todo en el papa Francisco. Para el santo padre, tendrá una especial relevancia la religiosidad popular, a la que define como «encarnación de la fe en la cultura popular» (Evangelii Gaudium, 90), en la que podemos incluir las manifestaciones artísticas, tan proclives a la exaltación de María en nuestro ámbito geográfico mediterráneo.
Este precepto de la importancia del arte vendrá ratificado por el Concilio Vaticano II en su célebre declaración del punto 122 de la Constitución Sacrosanctum Concilium, en la que se afirma que:
«Por esta razón, la santa madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, buscó constantemente su noble servicio, principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales. Más aún: la Iglesia se consideró siempre, con razón, como árbitro de las mismas, discerniendo entre las obras de los artistas aquellas que estaban de acuerdo con la fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales y que eran consideradas aptas para el uso sagrado».
A este respecto, tendremos como punto de origen de este artículo al principal templo de nuestra diócesis, la Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación, consagrada bajo una advocación que tuvo una gran relevancia en la península ibérica durante la reconquista de la ciudad por parte de los Reyes Católicos, que le otorgaron un sentido tanto político como religioso.
Ya en la Sagrada Escritura se hace alusión a la importancia que tendrá la Madre de Dios en los planes divinos de la Salvación, apareciendo mencionada indirectamente en las cartas paulinas, como Gálatas, en la que Pablo afirma:
«Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Gál 4, 4-5).
Sin embargo, el relato del que tenemos que partir como base de la idea de la Encarnación es el famoso pasaje de san Lucas en el que se nos relata el momento en el que el arcángel Gabriel le anuncia a María que será la Madre de Dios
«Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios”. Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel, dejándola, se fue» (Lc 1, 26-38).
(Fragmento del artículo publicado en el número 1 de nuestra revista. Para leer más, haz click a continuación).