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Tirso de Molina. En aras de una fe sencilla y pura

Andrea Álvarez

Tirso de Molina fue uno de los mejores escritores españoles del Barroco. Tras este pseudónimo se encontraba fray Gabriel Téllez, un mercedario que defenderá en su producción literaria una fe sencilla, sin adornos ni alardes en una época convulsa para la religión. A través de la lectura de la literatura religiosa de Tirso de Molina podemos conocer las ideas de un humilde fraile que nunca desligó su vocación religiosa de su vocación literaria.

A la hora de intentar realizar un bosquejo de la vida de Gabriel Téllez, más conocido por su pseudónimo literario Tirso de Molina, aparecen muchas incógnitas. Hasta hace relativamente poco ni siquiera se sabía a ciencia cierta en qué año había nacido, aunque hoy, gracias a la aparición de su partida de nacimiento, podemos afirmar que nació en el año 1579 y vivió hasta 1648. En el año 1600 ingresó en la Orden de la Merced de Madrid, profesando un año después, aunque lo normal, como él mismo admitiría, era que el noviciado durase dos años. Así, sabemos a ciencia cierta que Tirso fue un novicio aplicado que demostró las capacidades y virtudes religiosas necesarias para profesar un año antes de lo esperado.

Su vida siempre estuvo ligada a la religión. Antes de ingresar en la orden mercedaria, Gabriel Téllez habría estudiado en un colegio jesuita donde habría recibido conocimientos de gramática latina, humanidades y algunos principios de filosofía y teología. Aunque esta información es aventurada y no puede confirmarse con la misma exactitud con la que afirmamos su noviciado en la Orden de la Merced, podría indicarnos que Tirso estuvo desde muy temprana edad ligado a la religión y que habría adquirido muy pronto los principios básicos teológicos. A pesar de una posible primera educación en manos de los jesuitas, el pensamiento religioso del fraile y autor, que bien puede conocerse a través de sus obras, debe todo a los valores mercedarios.

Gabriel Téllez vivió en una época convulsa en lo que respecta a la religión. Los siglos XVI y XVII barrocos (más el primero que el segundo) fueron tiempos de especulaciones y debates sobre cuál era la forma «correcta» de vivir la fe. La Contrarreforma (1545-1563) trajo consigo, entre otras cosas, una nueva manera de entender la relación entre Dios y el hombre: mientras que antes primaba la Escolástica, ahora primará una teología de carácter mucho más espiritual e íntimo. Algunas de las pautas que dicta el Concilio de Trento estarán presentes en toda la obra religiosa de Tirso de Molina, aunque hay otras que rechazará, como veremos más adelante.

Fray Gabriel Téllez es un personaje profundamente interesante en el que se mezclan su vocación religiosa y su no menos ferviente vocación literaria. En su obra religiosa veremos constantemente una defensa del catolicismo y de los principios y modos de vida religiosos que él defenderá taxativamente hasta el fin de sus días. Hay que tener en cuenta que el arte barroco es un arte propagandístico que surge con el objetivo de combatir la herejía protestante que en ese momento se cierne sobre Europa. Así, frente a dicha herejía, el Concilio de Trento decretó una defensa de los sacramentos de la eucaristía, el bautismo o la penitencia, defensa que Tirso de Molina promulgará en una innumerable lista de obras. Su defensa del catolicismo a través de referencias, acciones y personajes devotos es constante y constituye una característica básica tanto de la obra de Tirso de Molina como de otros autores coetáneos.

(Fragmento del artículo publicado en el número 2 de nuestra revista. Para leer más, haz click a continuación).

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